Nieta del icónico Carlos Páez Vilaró, Sofía Balut honra su legado desde su atelier en Barcelona donde la pintura, la familia y el amor la sostienen. Con una carrera en pleno auge y una maternidad que la atraviesa profundamente, la artista comparte con CARAS Uruguay su historia de resiliencia, su vínculo con Milán, su hija mayor, y la alegría de recibir a Isabella, su segunda hija, después de años de intentos, pérdidas gestacionales y momentos en los que sintió que la esperanza de volver a ser madre se desvanecía.
—¿Cómo recibió la noticia del embarazo?
—Feliz. No lo podía creer. Fue una mezcla de emociones muy fuerte. Fueron cinco años intentándolo, pasando por procesos muy duros, y cuando vi el positivo fue como si el tiempo se detuviera. Lloré, me reí, y después de unos minutos en shock, sentí una gratitud inmensa. Fue un camino de mucha paciencia y fe, y en ese momento, todo cobró sentido.
—¿Cuándo tiene fecha de parto? ¿Sabe el sexo?
—Sí, es una beba, se llamará Isabella y tengo fecha para mediados de julio. El nombre lo eligió Milán. Ella dice que se conectó con su hermana desde la panza y que Isabella es el nombre que ella quiere. Para nosotros fue un regalo divino que ella eligiera el nombre de su hermana.
—¿Cuándo va a viajar a Uruguay con sus dos hijas?
—Vamos a estar yendo para las fiestas, a pasar Navidad y Año Nuevo con mi familia. Me encanta esa época del año porque es cuando realmente podemos estar todos juntos, compartir momentos especiales y recargar energías. Uruguay siempre ha sido un lugar de encuentro para mí, donde vuelvo a mis raíces y donde Milán también puede conectar con su familia. Además, ahora con la llegada de Isabella, va a ser aún más significativo compartir ese momento con todos.
—¿Cómo fue compartir la noticia con Milán?
—Fue una noticia muy esperada para ella. Siempre fue su mayor sueño. En cada cumpleaños pedía una hermanita y nunca se le cumplía su deseo. Me ha llegado a decir: "Mamá, a mí nunca se me cumplen los sueños", y siempre le respondí que tenía que confiar, que todo llega en el mejor momento, cuando realmente tiene que llegar. Esperamos tres meses para contarle, y cuando finalmente lo hicimos, se emocionó muchísimo. Estábamos con unos amigos que son como familia para ella, y fue un momento muy especial. Desde ese día, se pasa todo el tiempo cuidándome, cuidándola a ella, hablándole, dándole besos a mi panza. Me emociona muchísimo verla tan conectada con su hermanita. Yo tengo tres hermanos y sé lo lindo que es el vínculo entre nosotros. Siempre quise que Milán tuviera a alguien con quien compartir su vida, alguien que la acompañe, que la entienda, que crezca con ella. Sé que van a tener una conexión muy especial.
—¿Cómo vivió el proceso de seguir intentándolo después de tantas pruebas difíciles?
—Después de tener el embarazo ectópico, con una hemorragia interna que casi me cuesta la vida, la recuperación fue muy dura, tanto física como mentalmente. En ese momento tuve muchísimo miedo, pensé que ya no era para mí, que el universo me estaba mandando una señal para que dejara de intentarlo, para que siguiera con mi vida y simplemente agradeciera estar viva. Por un tiempo solté la idea de ser mamá otra vez. Pero cuando empecé terapia, me ayudó muchísimo a recuperar la confianza en mí misma, en mi destino, y a querer intentarlo de nuevo. Siempre me quedó grabada una frase de mi tío Carlitos Páez, quien sobrevivió a la tragedia de los Andes. Cuando era chica le pregunté: "¿No te da miedo subirte a un avión?", y él me respondió: "Si no me morí en los Andes, seguro que en un avión no me voy a morir". Esa frase se quedó conmigo, y en un momento pensé: "Si no me morí desangrada con la hemorragia, no me volverá a pasar". Así que volví a tomar las riendas de mi deseo de ser mamá y solté el miedo. Me habían sacado una trompa de Falopio, lo que reducía mis probabilidades de quedar embarazada. Pasó el tiempo, quedé embarazada dos veces más, pero tuve abortos espontáneos. Fue un camino muy difícil. Hasta que un día dije: "Listo, mi hija ya tiene 7 años, tengo mucho trabajo, no quiero seguir buscando". Y justo en ese momento, cuando solté completamente la expectativa, llegó Isabella. La vida es una locura, llena de desafíos divinos.
—¿Ha encontrado en el arte una forma de sanar y procesar todo lo vivido?
—Totalmente. El arte es todo en mi vida. Ha sido mi refugio, mi manera de canalizar el dolor, la incertidumbre, el miedo. Me ha permitido transformar las emociones más profundas en algo tangible, en algo que trascienda. Cada pincelada es un reflejo de lo que he vivido. Hay obras que nacieron de mis momentos más oscuros, y otras, que son la manifestación de mi esperanza y mi luz. Es como si cada cuadro guardara un pedazo de mi historia, de mi proceso de sanación. Pintar me enseñó a soltar el control, a fluir, a aceptar que no todo depende de mí. Y eso, en el camino de la maternidad y en la vida en general, es un aprendizaje enorme.
—¿Qué es lo que más está disfrutando en esta etapa de su vida?
—Todo. Literalmente, todo. Disfruto cada patadita de Isabella, cada beso de Milán a mi panza, cada conversación con ella sobre lo que va a ser tener una hermanita. Disfruto este momento en mi carrera, con proyectos que me apasionan y que me llenan el alma. Disfruto de mí misma, de mi proceso, de todo lo que construí. Disfruto de los momentos con mi marido, Adrián Barbini, y de volver a ser papás de nuevo. Aprendí a vivir en el presente y a no estar todo el tiempo preocupada por el futuro. Y eso, sin duda, es algo que me cambió la vida.
—En su mensaje dice: "No estás sola". ¿Qué le diría a otras mujeres que están pasando por un proceso similar?
—Les diría que confíen en el proceso y en los tiempos de cada una. Los tiempos de Dios son perfectos. En mi caso, si hubiera sido mamá en el embarazo ectópico, hoy no tendría mi carrera tan avanzada, no tendría mi estudio de arte en Barcelona, ni todo lo que he logrado hasta ahora.
El día que entendí que los tiempos son perfectos fue cuando firmé el contrato de alquiler de mi Art Studio. En ese mismo momento, en ese segundo exacto, mi cuñada —que estaba embarazada al mismo tiempo que yo en aquel momento— dio a luz a mi sobrina. Mientras mi familia me felicitaba por ser tía, yo estaba firmando el contrato que cambiaría mi vida.
Ahí entendí: mi bebé no había nacido, pero había nacido mi bebé proyecto. Y cuando logré confiar en el flujo de la vida, en que todo tiene su momento, todo cobró sentido. A las mujeres que están en este camino les digo que no están solas. Sé lo difícil que es, sé lo doloroso que puede ser, pero también sé que cada historia es única y que lo más importante es confiar en su propio proceso. No pierdan la fe. Lo que tenga que llegar, va a llegar en el momento justo.
Texto: Victoria Rapetti.
Fotos: Ana Meléndez