La vida le puso una de las pruebas más duras: perder a su hijo Uriel cuando solo tenía dos años y nueve meses. Sin embargo, Danna Liberman utilizó ese dolor para encontrar su propósito en la vida, que no es ni más ni menos que acompañar a otras personas en su desarrollo personal, sostenerlas y potenciarlas. La actriz posó por primera vez para CARAS y compartió una charla íntima y honesta en la que habla sobre su presente, su amor por la vida, la bendición de ser mamá de Gabriel (10 años), Mijal (8 meses) y Uriel, quien le enseñó que el dolor también es parte de la belleza de existir. Además, se siente agradecida por el apoyo incondicional de su familia, esposo y amigas, y por tener un 2024 con muchos proyectos laborales que la llenan de felicidad.
—Está con muchos proyectos en teatro y a full como mamá...
—Cada mes de febrero tengo una lloradita anual, una pequeña crisis, donde pienso que nadie me va a llamar o que no me van a salir nuevos proyectos. Y este año que mi hijita es chica pensé que estaba bueno estar más tranquila. Y fue todo lo contrario, porque este 2024 me llegaron varios proyectos. Fue muy inesperado, pero estoy muy agradecida por el trabajo que tengo.
—Volvió con una nueva temporada de Hanami, que fue un éxito, un proyecto personal que la ayudó a sanar la muerte de su hijo Uriel...
—Yo siempre digo que Hanami es un acto de valentía, una apertura de corazón después de haber atravesado la muerte de mi hijo, y ante la desesperación de querer honrar su existencia. De él aprendí lo que es el amor incondicional, estar de verdad en el presente además del milagro de cada cosa que lograba. Sus dos años y nueve meses en la tierra fueron un milagro. Él se ahogó en el parto, y a raíz de eso, tuvo una lesión en su cerebro. Pero fue un niño saludable, salvo que todo lo que era motor era su mayor desafío. Cada logro era una celebración. Para nosotros como familia fue muy transformador y sentía que tenía que hacer algo con su historia. Y el teatro es mi lenguaje. Entonces, empecé a escribir un texto, luego me animé a interpretarlo y llevarlo al teatro. Esta es la tercera temporada con entradas agotadas. Creo que este acto de amor que se transformó en obra de teatro, ayuda a muchas personas en sus procesos personales. No es solo una obra de teatro, es una experiencia para conectar con temas que muchas veces son tabú como la muerte o un dolor muy grande, pero desde una perspectiva que pretende ser luminosa. Es entender el dolor como parte de la belleza de existir. Hanami significa en japonés el placer de contemplar las flores, la belleza de la existencia. Creo honestamente que la vida es hermosa y que el dolor no se supera, sino que se integra.
—Qué lindo que haya podido canalizar el dolor en algo tan positivo y queriendo ayudar a los demás. ¿Cuándo sucedió eso?
—Cuando entendí que no tengo que tener más mi mejor cara. Una amiga me dijo un día que tenía que volver a dar clases estando rota. Y yo no sabía cómo, porque mis clases son súper enérgicas. Y me permití ir estando mal, y la gente lo recibió como muy honesto. La vulnerabilidad es la mayor de las fortalezas. Si me mirás bien, más allá que me ría, baile, siempre está la herida. En Hanami hay una frase que dice: “Si me mirás bien, me falta un pétalo, si me mirás bien, mi alegría, tan amarilla, florece en el dolor”.
—Me gustó mucho una frase que puso en su Instagram que dice: “El bienestar se entrena”.
—Cuando entendés eso, sabés que está en tus manos entrenar esa habilidad para atravesar más entera los momentos difíciles de tu vida. ¡Y yo no paro de entrenar! A través de la meditación, la respiración. Yo quiero estar presente, quiero respirar la vida, quiero pasar por la vida y no que la vida se me pase. Creo que uno puede influir en la vida propia y en el entorno si te parás desde un lugar amable y amoroso. Parecen palabras sencillas, pero requieren de un entrenamiento.
—¿Su hijo de 10 años entiende de qué se trata Hanami?
—Él no ha visto Hanami, pero sabe que es sobre la vida de Uriel. En mi casa se habla mucho de la vida y de la muerte de forma natural. Uriel está presente en todo momento.
—¿Y hoy cómo es su vínculo con la muerte?
—¡Qué pregunta más poderosa! Hay veces que digo que la muerte no existe, que es solo un pasaje a otro plano. Pero a la vez no quiero que nadie más se vaya. El apego al cuerpo y a los vínculos en la Tierra es muy difícil. Yo siento a Uriel súper presente, no solo su recuerdo sino su ser. Pero no quiero que se muera nadie. Lo tuve que procesar mucho porque la única certeza que tenemos es que todos nos vamos a morir. De todas formas, estoy más en paz con la vida.
—¿Y cuál es su mayor aprendizaje de esta experiencia?
—Tengo un nivel de aceptación mayor y aprendí que puedo existir en armonía si estoy conectada al amor. No hay fuerza más grande que el amor como energía universal. Siento mucha gratitud y me siento bendecida por haberlo tenido. Obvio que si me dan a elegir, preferiría que estuviera acá, pero la gratitud te conecta muchísimo con esa energía que hablábamos del amor.
—¿Los círculos de conexión surgen a partir de lo que sucedió con Uriel o siempre le interesaron los temas de crecimiento personal?
—Creo que lo que enseñamos es lo que tenemos que aprender. La gente que viene a mis talleres me conecta conmigo. Con lo que le pasó a Uriel yo encontré mi propósito en la vida que es acompañar a las personas en sus procesos de desarrollo personal y creativo, y poder potenciarlas. Eso se manifiesta en una función de Hanami o en un círculo de conexión. Me gusta sostener a las personas.
—Y cuando usted se siente mal, ¿quién la sostiene?
—Mi mamá, que es lo máximo. Mi esposo también es un gran sostén, mis hermanos, y ni qué hablar mis amigas, ¡benditas sean! Darle tiempo y respeto a la amistad es muy importante para mí. No sé qué sería de mí sin mis amigas. Y lo que no puede sostener ningún humano las entrego a Dios. Cuando es demasiado, rendirse es entregarse al fluir de la existencia.
—¿Cómo es como mamá?
—Siempre hago lo mejor que puedo. Lo que más me importa es acompañarlos y estar presente. Puedo equivocarme en lo que sea, pero siempre estoy disponible para ellos desde mi humanidad. Es decir, que me puedan ver feliz o triste y eso está bien. La regla básica de mi casa es tratarnos con amor y respeto y nadie la puede violar. La maternidad fue mi mayor revolución. Me desafió y transformó muchísimo. Cuando sos madre por deseo, es uno de los regalos más grandes que podemos tener. Te amplía, te expande, te enamora de la vida.
—En lo laboral está también con la obra Veo a Umberto, en el Anglo, una comedia con mucho humor...
—Sí, el humor me brota hasta en los momentos más oscuros. El director Juan Luis Granato me invitó a actuar de nuevo con él. Que piensen en mí para formar parte de un equipo es espectacular. Flor Infante es muy amiga desde hace mucho tiempo, Pablo Oyhenart a quien no conocía, es muy humilde, sensible, y Christian Font es muy divino. Me pone contenta ir los viernes al teatro sabiendo que voy a verlos, además de que la gente es muy generosa.
—Y el 10 de agosto estrena ParaAnormales en el Movie...
—Otro llamado que fue maravilloso. Nunca trabajé con Diego Sorondo y fue una gran sorpresa que me convocara. Adriana Da Silva como directora es un amor, es una artista que admiro hace mucho tiempo. Álvaro Armand Ugón es un actor increíble, Cata Ferrand es una mujer súper generosa, Coco Echagüe es muy divertido y talentoso, Noelia Etcheverry es un sol y Allie Kotliar una divina. Se basa en un hecho real que sucedió en una escuela en Argentina donde echan a un niño por su condición del espectro autista, y un grupo de padres hace viral el chat de celebración de esa expulsión. En base a ese hecho aberrante, se hace una comedia que es una denuncia, donde se habla de la discriminación e invita a ponerse en el lugar del otro.
—Además del teatro, ¿de qué disfruta?
—Yo soy una “disfrutona”. Me encanta el agua, nadar, caminar y perderme, me gustan las piedras por la energía que transmiten, y siempre estoy estudiando o investigando sobre el desarrollo personal. Hoy me siento muy agradecida por toda la gente que me rodea y por los hermosos proyectos laborales en los que estoy.
Fotos: Mayu Capote. Texto: María Noel Álvarez.
Agradecimientos: Fotos obras de teatro Hanami (Gabriel Arambillete), Veo a Umberto (Martín Madruga) y ParaAnormales (Kevin Miranda); Locación: Sal, Club de teatro www.sal.uy; Maquillaje: Lucía Pennino @lupenni.