El corazón le late un poco más fuerte cuando pisa el escenario. En cada ensayo Paula Silva se entrega como si fuera estreno. Respira hondo, se alinea con la música, se conecta con sus compañeros y deja afuera todo lo que no le pertenece a la escena. En el reflejo de los focos del Sodre, se dibuja una versión de sí misma que quizás no conocía del todo. Vulnerable. Fuerte. En movimiento. "Este musical me obligó a salir de mi zona de confort", dice con honestidad. No es una frase hecha: interpretar a la señorita Miel en el musical “Matilda” fue volver a su origen, pero también dar un salto al vacío con los ojos abiertos.
—¿Cómo está viviendo la experiencia de hacer un musical infantil? ¿Qué aprendizajes o sorpresas le está dejando este nuevo territorio escénico?
—Había hecho infantiles hace años, pero este espectáculo es uno de los desafíos teatrales más grandes de mi carrera. Es un clásico, con orquesta en vivo, en una sala como el Sodre, con gran capacidad de público, 60 artistas en escena y un personaje entrañable que aún vive en la memoria de varias generaciones. Aunque me formé en comedia musical —fue mi primer acercamiento a la actuación—este musical me obligó a salir de mi zona de confort. Fue un proceso de mucho aprendizaje, frustración y autoconfianza. Siempre digo que estos personajes llegan por algo, porque necesitás encarnarlos. Siento que empecé este camino de una forma y lo voy a terminar siendo otra. Hacer un musical exige conexión total con el cuerpo, atención al detalle, coordinación con músicos, compañeros y técnicos. Todo está cronometrado. Cantar es otro estado de vulnerabilidad que estoy transitando y del que aprendo cada día. El elenco, compuesto por niños y adolescentes, está cumpliendo un sueño. Ellos son el alma del musical. Y tenemos a los mejores en cada área: dirección, música, coreo, vestuario, escenografía, luces, producción. Es un privilegio formar parte de Matilda. Estoy muy agradecida.
—Luciana Gepner interpreta a Matilda, una niña poderosa y sensible. ¿Qué vínculo se generó entre ustedes fuera del escenario?
—Estoy completamente enamorada de Luciana. Fue un gran hallazgo de MAD y Box Theater. Salió de una audición con miles de postulantes y es un talento enorme. De a poco fuimos tomando confianza, y hoy, ya somos súper cómplices. Es como una relación de hermanitas, de profunda admiración. Tiene algo magnético: no podés dejar de mirarla, el público la va a amar. Tiene todo para ser su propia Matilda. Trae una impronta única. Es dulce, amorosa, canta hermoso, tiene muchísima energía y actitud. Escucha cada indicación de Nicolás Fernández, el director. Es compañera, y desde el primer ensayo se sabía toda la letra. Juega, se entrega, pero también se adapta a la estructura del espectáculo. Es un equilibrio ideal. Sus papás la acompañan siempre, y me recuerda a mis comienzos, cuando mi mamá me sostenía en cada paso.
—"Matilda" habla de valentía, inteligencia y de encontrar luz en medio de la oscuridad. ¿Siente que ese mensaje también la tocó a usted en algún momento de su carrera o su vida?
—Ese mensaje es muy poderoso porque es el mensaje que nos regala la vida misma. Me acompañó en todo momento y me seguirá acompañando día a día. Para cualquier artista la profesión es un refugio. Es un ejercicio diario pensar de esa forma. Cada etapa que vivimos, con sus altibajos, siempre por alguna razón va a valer la pena vivirla. Y aferrarse a las cosas que nos encienden es parte de vivir con integridad y valor. La valentía es una decisión también. Para ser valiente, primero hay que tener un poco de miedo, y de ahí en más, hay que trabajar mucho la confianza y el amor propio. La valentía es el motor. Hacerlo aún con miedo, aún con ciertas dudas, y entregarse.
—Parece que se está reencontrando con su faceta más puramente actoral. ¿Siente que está eligiendo con más conciencia el tipo de proyectos que quiere hacer?
—Sí, creo que inconscientemente me llegan los proyectos cuando estoy preparada para afrontarlos. Porque de a poco me voy armando y me creo merecedora de cada uno de ellos, a veces, sin saberlo conscientemente. Al momento de decidir, hoy en día pienso un poco más. Si es algo que me desafía o no, o pongo en la balanza qué me puede sumar o restar eso que elijo. Soy muy de preguntar porque a veces dudo mucho, entonces busco apoyo en las personas que me quieren y que conocen lo que deseo y sueño. La realidad es que a lo largo del tiempo fui logrando cada una de las cosas que me fui proponiendo.
—Ganó dos realities, domina las redes como pocas, pero hoy parece que elige un camino más íntimo y enfocado. ¿Qué motivó ese cambio?
—Uno va cambiando. Y lo veo como algo sano y normal. Empecé con las redes hace muchos años, hice de todo, y esa Paula, a lo largo de los años, fue mutando. Y mis redes son el fiel reflejo de eso. Empecé a tener esa conversación interna de qué es lo que quiero contar o mostrar realmente, más allá de las tendencias y los contenidos que son acordes al algoritmo. Y muchas cosas ya no las sentía hacer. Lo único que extraño realmente es que antes tenía una relación más cercana con la gente que me sigue o que me escuchaba, más interacción, y eso me gustaba muchísimo. Y hoy, es cierto que necesité enfocarme en mi carrera como actriz. Y creo que fue una buena apuesta. Si bien me encuentro dentro de cierta versatilidad, creo que si me enfoco y le pongo todo mi compromiso a lo que deseo y quiero hacer, de a poquito voy haciendo mi camino. Además, cuando compartís tu vida en pareja, el aprendizaje es constante. Del otro y de una misma. Rafa (Beltrán) es un actor al servicio del arte. En todo lo que hace lo guía el respeto por el oficio. Los dos le ponemos mucho amor a cada cosa que hacemos. Él es muy tenaz, avanza a su ritmo, sin pausa. Tiene una seguridad en su ser artista que a veces a mí me falta. Lo admiro mucho. Aprendí muchísimo de él en los procesos teatrales que compartimos. Me interesa cómo ve las cosas, su mirada crítica y su conciencia artística. Durante los procesos le comparto cómo me voy sintiendo, pero después, cada uno trabaja los textos y personajes a su manera. Es algo muy íntimo. También nos ayudamos con castings, pasamos letra, tomamos decisiones juntos. Lo desafiante es estar a la altura como pareja en cada etapa de esta profesión, con sus altibajos, y saber acompañar entendiendo lo que el otro necesita.
—Estamos en un momento bisagra para los actores uruguayos. Muchos están siendo llamados desde el exterior porque la ficción está en auge con las plataformas. ¿La ilusiona esa posibilidad? ¿Lo ve como algo cercano?
—Sí, por primera vez siento que en Uruguay estamos en un momento muy fértil para nuestro oficio. Cada año crece más. Post pandemia todo se globalizó, y hoy podés hacer castings para cualquier parte del mundo, incluso, sin que el idioma sea una traba. Pero hay que ser muy tenaz y perseverante. Aunque haya más oportunidades, el trabajo sigue siendo enorme: formarse, estudiar, generar vínculos. Y sí, lo veo cercano. Es la única forma de manifestarlo. Confiar en que, con trabajo y amor, todo llega. Hoy podés estar filmando algo chico, y de repente alguien en cualquier parte del mundo lo ve y eso te catapulta. Los directores de casting están atentos y las posibilidades cada vez más cerca.
—¿Cómo imagina a Paula dentro de cinco años? ¿La ve más en un set de filmación, sobre las tablas, en una serie internacional, mamá de familia numerosa o quizás viviendo algo que hoy ni sueña?
—Creo que me resuena más lo último. No me quiero limitar. Solo deseo estar bien, con salud, con mi familia y la familia que elegí. Y quizás sí, equilibrando ser mamá con mi profesión. Puede ser una linda visualización.
Fotos: Carla Baldisseri. Texto: Victoria Rapetti.