viernes 26 de abril del 2024
CARAS DECO 20-08-2022 13:52

Haras Cuatro Piedras

La vida entre caballos purasangre y parques de flora nativa

Desde Progreso, y en base a un trabajo sostenido que intercepta tecnología, ciencia y pasión por los caballos, Claudia Rosas y Pablo Salomone posicionan a Haras Cuatro Piedras como un innovador modelo de negocios en el rubro.

Hara Cuarto Piedras

Por Arq. Gabriela Pallares

Tener a Invasor como huésped no es de todos los días ni para cualquiera, pero en el Haras Cuatro Piedras, el multipremiado caballo (Triple Corona 2005, Breeders Cup 2006, Dubai World Cup  2007) nacido en Argentina, criado en Uruguay y propiedad de un jeque árabe, está atendido con las mejores prestaciones y dedicado a procrear posibles campeones del turf. 

Los inicios del singular proyecto familiar datan del año 1999 cuando adquirieron, en un inicio, cuarenta hectáreas de terrenos que incluían, providencialmente, la casa y caballerizas que había construído Pedro Piñeyrúa (fundador del Jockey Club), luego de que Pedro Salomone padeciera un problema de salud. Anhelaba vivir en una zona rural entre Montevideo y su Florida natal. 

Siempre tuvieron en mente que el lugar fuera productivo pero, en esa época con el Hipódromo de Maroñas aún cerrado, la actividad turfística se restringía al interior, hasta el año 2003, cuando se reabre el templo del turf capitalino que reactiva el sector.

Se plantea entonces el desafío de emprender un haras que honraría la tradición del lugar. Comenzaron en el año 2005 con la importación de doce yeguas madre e implementando políticas comerciales innovadoras con énfasis en tecnología, genética e infraestructura de calidad. 

Es así que visitaron y siguieron referencias de haras brasileros, referentes en San Pablo y Curitiba, con quienes incluso establecieron alianzas en cuanto a gestión. Trajeron padrillos de Estados Unidos, Brasil y Argentina. Contrataron a un veterinario uruguayo que había trabajado en Curitiba y se posicionaron rápidamente a la vanguardia de crianza, genética y pedigree de yeguas.

Con el objetivo de tener un proyecto profesional en la cría del purasangre, se entendió que era necesario tener una infraestructura acorde.

Claudia Rosas (propietaria) abandona entonces su servicio como arquitecta en áreas rurales para dedicarse de lleno a la construcción de los edificios que forman parte de las facilidades, así como del entorno natural que ella ha ido diagramando con criterios regenerativos, multifuncionales y siguiendo ciclos naturales de la vegetación. Esto sin dudas es un aporte de valor diferencial al lugar; una herramienta de posicionamiento del mismo incluso internacionalmente.

Se formó en diseño de paisaje con agrónomos y paisajistas argentinos y chilenos. A eso le sumó el Programa de Alta Dirección de la Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo y la tecnicatura en Jardinería del Jardín Botánico, donde estudió tres años. 

Arma equipos de colaboradores que la acompañan en la visita de viveros y apuntalan en la ardua y permanente tarea de creación de diferentes áreas; tajamares, barreras de protección, una plantación de más de 7.000 árboles y en la generación de ecosistemas que se suceden en el predio. 

Un punto adicional, es la experiencia sensorial que ofrece este tipo de iniciativas y decisiones. La flora nativa atrae fauna que enriquece el lugar biológicamente, por lo que, sin agudizar el oído, es reconfortante sentir el sonido de varios animales de distinta escala conviviendo en estos ambientes: palomas y gorriones, calandrias y picaflores, naranjeros y zorzales, teros y cardenales, patos y horneros, espátulas rosadas y hasta cigüeñas son habitués del lugar.

El resultado es un escenario excepcional para ese tipo de actividades, donde conviven plantas nativas y exóticas que se transforman según las estaciones, las necesidades  y la detección de oportunidades. Esa visita fue un paseo entre veintidós árboles pequeños que habían sido recientemente trasplantados y, felizmente, adaptados a su nueva ubicación. 

En total hay más de siete mil árboles, entre los que no sólo hay eucaliptos, cipreses y liquidámbar, sino también especies como palmeras pindó, lapachillos, arazás, guabiyú, arrayanes, tarumanes, ibirapita, timbas, tipas, guayabos, molles cenicientos, anacahuitas, espinillos, palos de fierro, ingá, naranjillos, citronelas, laureles, caliandra, plumerillos, entre muchos más. 

Haras Cuarto Piedras

Otro tema singular es que no se partió de un master plan; al terreno inicial se le fueron anexando otros en el correr de los años. Eso les obligó a repensar y crear diferentes soluciones según la topografía, las preexistencias y la funcionalidad que se le quería dar al lugar.

Más tarde, con la profesionalización del haras vino la ejecución de la pista de entrenamiento, con el objetivo de dominar el proceso que va desde la cría del caballo hasta que está preparado para competir. Ese desafío implicó el trazado del recorrido de la misma con un experto, y tareas de mantenimiento arduas, como tomar en cuenta la arena que penetra en los sistemas de riego de la misma. 

Hoy en día suman 260 hectáreas de terreno que han ido adquiriendo paulatinamente con los años. Incorporaron propuestas de negocios como la del Club Hípico Monte Nativo. Allí, y por una membresía anual, sesenta socios podrán acceder al fideicomiso de treinta y seis meses por el que serán dueños de treinta caballos; correrán carreras y al final del proyecto se venderán. 

Los socios serán dueños de los caballos que entrenen en el haras y podrán utilizar el lugar para eventos particulares. Tendrán caballos participando de las principales carreras del Hipódromo de Maroñas y de Las Piedras, y acceso a Maroñas como propietarios de caballos.

Hara Cuarto Piedras

 

Fotos: Tincho Chiesa